Cuando uno está delante de sus alumnos sabe
a ciencia cierta que cada uno de ellos es un mundo
diferente. Las maneras de hablar, de plantearse, de
enfocar distintas realidades; cómo estudiar, cómo
escribir, cómo rezar? Nuestros alumnos siempre son una
sorpresa. Como adolescentes, uno los encasilla en el
grupo correspondiente y los condiciona a una serie de
reacciones que les son características?
es decir, les
regala a cada uno una
personalidad que no siempre define bien. En
más de alguna oportunidad nos dan señales de que estamos
equivocados o, al menos, de que no estamos en lo cierto.
Los formadores habitualmente nos dejamos llevar por la
sensación de estar posesos de la verdad y dejamos un
ínfimo margen para que otro pueda ser su dueño. Tal es
lo que me nace escribir acerca de mi experiencia con
Yasser los dos últimos años.
Las frases manidas, las palabras
reiterativas y los discursos representativos de estas
ocasiones que tienen por finalidad acallar
manifestaciones de desconsuelo, amainar sollozos de
dolor, calmar reacciones de incredulidad, en fin,
entregar una palabra de aliento que viene de toda
persona bien nacida, nunca antes cobraron tanto sentido
y nunca antes encontré que tuvieran tanta razón.
Extrañamente comprobé que, inmediatamente después de
enterarme de la noticia del trágico
fallecimiento de mi alumno, se agolparon en
mi mente sólo recuerdos positivos, sólo situaciones
agradables, exclusivamente la parte buena de la historia
que me había, en suerte, correspondido compartir con él.
¿Qué podría significar esto Solamente que su paso fugaz
por la Tierra había sido suficiente para sembrar, para
demostrar que no hay que ser masa, que uno puede escapar
a ella y que hay que saber seleccionar de entre las
muchas posibilidades que nos ofrece la vida.
Sus condiscípulos han prometido individual
y grupalmente no olvidarlo, porque olvidar significa
dejar de querer y hoy ellos aseguran que será difícil
dejar de querer a quien fuera su líder, hasta su guía en
la manera de pensar y de cómo plantear la realidad. La
fuerza que demostraba, su constancia, el estoicismo con
el que defendía lo que aseguraba que era válido y digno
de seguirse o practicarse, quedará como una señal
indiscutible e indeleble que esos camaradas de curso, de
deporte, de carrete
no olvidarán, lo que, además,
impedirá que dejen de querer a Yasser.
Los padres, los familiares, los amigos, los
compañeros, los profesores, la comunidad
todos estamos
consternados; no es fácil encontrar la conformidad
después de un violento despertar. Cuesta aceptar la
raigambre de los sucesos que nos provocan estos cambios
de la noche al día. Un ejemplo de esa fuerza que todos
necesitamos, la tomamos de su familia, con el compromiso
público que hiciera su mamá, nos están señalando que la
vida continúa, que la historia se seguirá escribiendo,
ojalá desde ahora con la experiencia que nos regala
Yasser para ser cada día más entregados a la misión que
a cada uno le corresponde.
Termino reconociendo el don gratuito de
Dios, por haber compartido estos dos años con Yasser
Belén, que siempre soñó en cómo realizar su misión de la
manera más justa, ecuánime y cercana posible. Ya no está
presente. Sólo su recuerdo positivo y repleto de energía
hará posible el consuelo que nos viene del mismo Dios.
Notas de Prensa